Gracias Carismáticas
El Segundo Concilio Vaticano afirma la legitimidad
de los carismas, ambos ordinarios y
extraordinarios. Un carisma es simplemente "una
gracia dada libremente por Dios para edificar su
Iglesia" en oposición a las gracias dadas para
santificar al individuo. San Pablo da una lista de
los dones en 1 Co 12. Incluye carismas ordinarios
como enseñanzas y administración, así como
extraordinarios
como sanación, milagros y hablar en lenguas. Estas
cosas por sí mismas no hacen más santa a la
persona, sino que le permiten servir a otros.
Finalmente la autenticidad de los carismas debe ser
discernido, puesto que los carismas no vienen
necesariamente del espíritu de Dios ( 1 Juan 4 ).
El Concilio enseñó;Aunque estos carismas sean muy
notables o más simples y comunes, deben ser
recibidos en acción de gracias y de humildad puesto
que son propios y convenientes para las necesidades
de la Iglesia. Los dones extraordinarios no deben
ser solicitados de forma precipitada, ni es de
ellos, que los frutos de la labor apostólica deben
ser presumiblemente esperados. Los encargados de la
Iglesia deben juzgar la autenticidad y el uso
propio de estos dones, por medio de sus oficios,
pero no debe extinguir el Espíritu sino probar los
hechos y mantenerse con lo que es bueno. ( 1
Tes5:12, 19-21 ) ( Lumen Gentium 12 ).La Iglesia
quiere claramente seguir un curso balanceado entre
un racionalismo escéptico y una ciega creencia en
las supuestas obras del Espíritu Santo. En el
pasado la Iglesia ha condenado lo que llamaba
Pentecostalismo, entendido como la total
dependencia, hasta la teológica, de la presencia y
de la manifestación de los carismas. Este tipo de
dependencia es ciega, porque falla al no permitir
ser guiada por el pleno contenido de la fé y del
juicio de la autoridad de las enseñanzas de la
Iglesia. Es total cuando dichos "dones" desplazan
los significados de las gracias en la vida del
Cristiano, como los Sacramentos. Por otra parte, la
Iglesia no puede condenar los carismas, puesto que
son parte del
patrimonio de nuestra fé apostólica. Lo que hemos
visto en nuestro tiempo es la aparición en la
Renovación Carismática, de un aparente
derramamiento de los carismas extraordinarios. Esto
no significa que uno tiene que ser carismático, que
los carismáticos son mejores católicos, ni que
todos los supuestos carismas son auténticos.
Pero, como ha hecho notar el Concilio, la Iglesia
debe respetar las obras de Dios, discerniendo los
auténticos de los que no lo son.Un carisma verdadero
no lo alejaría a uno lejos de la Iglesia. Si un
Católico se va, buscando un impulso emocional que no
encuentra más en la Iglesia, está siguiendo los
dones del Dador y no al Dador de los dones. La
participación en la vida de la Iglesia debe guiar a
todo Católico (carismático, tradicional u ordinario)
a una relación
más profunda con la Eucaristía, la Santa Madre y con
el Papa. Si no lo logra, algo espiritualmente está
mal, o bien con el individuo en particular o con la
orientación que está recibiendo en el grupo. Como
el carisma no le da a la persona ninguna
infalibilidad ni santidad especial, dada la
característica especial de dichos dones, es
especialmente necesario, para los individuos que los
tienen,
guardar la pureza de su fe y ser menos orgullosos,
porque la búsqueda de sí mismos y el emocionalismo
los puede llevar a extraviarse a ellos, así como a
otros. La realidad es que algunos han dejado la
Iglesia para irse al Pentecostalismo, o han querido
crearlo dentro de ella, y esto apunta a peligro.
En contraste, la presencia en la Iglesia de una
institución dinámica y llena de fe como la
Universidad Franciscana de Steubenville es
evidencia del mucho bien que se puede hacer, por
aquellos con dones carismáticos auténticos,
ejercitados en unión con la Iglesia.Todos estos
carismas auténticos por ello están al servicio del
Cuerpo de Cristo, la Iglesia (1 Co 12,14). Como
dones
del Espíritu Santo, son gracias sobrenaturales mas
allá del esfuerzo humano y de la naturaleza humana
(Ej. las obras de milagro), algunos pueden
fundamentarse en los talentos naturales del
receptor (Ej. la enseñanza). San Pablo contrasta
estos carismas con los "dones más grandes" que son
Fe, Esperanza y Caridad (1 Co 13) los cuales dice
que tienen valor permanente. Estas virtudes
teologales unen la mente de la persona con la
voluntad de Dios. En consecuencia la Iglesia enseña
que la Fe, la Esperanza y la Caridad son necesarios
para la salvación, pero los carismas no lo son. La
experiencia de San Pablo en Corintos demuestra que
desde muy temprano en la Iglesia, estos carismas
son susceptibles a la exageración. En otro
contexto, el hasta advierte a los Corintios que el
demonio puede aparecer como un ángel de luz (1 Co
11:14).
Similarmente San Pedro y San Juan (1P 5:8-9; 1 Jn
4:1) nos advierten de este peligro.Santo Tomás
Aquino en la Suma Teológica (ST II-II q177) nos
dice que el Espíritu Santo no realiza los carismas
directamente sino por la mediación de los ángeles.
Como ellos están bajo el poder de la naturaleza
angélica, también
son capaces de la imitación demoníaca. Es difícil
explicar los "poderes carismáticos de oratoria" de
un Hitler, por ejemplo, sobre puras bases terrenas.
Es por estas razones que la mayoría de escritores
espirituales, especialmente el místico y doctor de
la Iglesia San Juan de la Cruz, nos advierte de no
buscar
estos fenómenos extraordinarios. Como dicho antes,
Vaticano II hizo esta advertencia como parte de sus
enseñanzas sobre los dones carismáticos.
Así que la Iglesia reconoce por una parte que el
Espíritu se mueve donde quiere, y por ello no se
quiere oponer a sus obras y por la otra la Iglesia
debe discernir la autenticidad de cada carisma,
para que no sea una trampa del maligno. Por esta
razón, decir que la Renovación Carismática está
aprobada por la Iglesia, no es un ticket en blanco
para cualquier supuesto don carismático o todo
grupo carismático o individuo dentro de la Iglesia.
El discernimiento de la acción del Espíritu Santo es
una necesidad constante dentro de la Iglesia y
dentro de la Renovación Carismática.


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