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Sínodo
Del 5 al 19 Octubre 2014
Discurso Final del Papa Sínodo Octubre
2014
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Discurso Final del Papa Sínodo Octubre 2014
«Queridos: Eminencias, Beatitudes,
Excelencias, hermanos y hermanas:
¡Con un corazón lleno de
reconocimiento y de gratitud quiero
agradecer junto a ustedes al Señor que nos
ha acompañado y nos ha guiado en los días
pasados, con la luz del Espíritu Santo!
Agradezco de corazón a S. E. Card.
Lorenzo Baldisseri, Secretario General del
Sínodo, S. E. Mons. Fabio Fabene,
Sub-secretario, y con ellos agradezco al
Relator S. E. Card. Peter Erdő y el
Secretario Especial S. E. Mons. Bruno Forte,
a los tres Presidentes delegados, los
escritores, los consultores, los
traductores, y todos aquellos que han
trabajado con verdadera fidelidad y
dedicación total a la Iglesia y sin
descanso: ¡gracias de corazón!
Agradezco igualmente a todos
ustedes, queridos Padres Sinodales,
Delegados fraternos, Auditores, Auditoras y
Asesores por su participación activa y
fructuosa. Los llevaré en las oraciones,
pidiendo al Señor los recompense con la
abundancia de sus dones y de su gracia.
Puedo decir serenamente que (con un
espíritu de colegialidad y de sinodalidad)
hemos vivido verdaderamente una experiencia
de "sínodo", un recorrido solidario, un
"camino juntos".
Y siendo “un camino" (como todo
camino) hubo momentos de carrera veloz, casi
de querer vencer el tiempo y alcanzar
rápidamente la meta; otros momentos de
fatiga, casi hasta de querer decir basta;
otros momentos de entusiasmo y de ardor.
Momentos de profunda consolación, escuchando
el testimonio de pastores verdaderos (Cf.
Jn. 10 y Cann. 375, 386, 387) que llevan en
el corazón sabiamente, las alegrías y las
lágrimas de sus fieles.
Momentos de gracia y de consuelo,
escuchando los testimonios de las familias
que han participado del Sínodo y han
compartido con nosotros la belleza y la
alegría de su vida matrimonial. Un camino
donde el más fuerte se ha sentido en el
deber de ayudar al menos fuerte, donde el
más experto se ha prestado a servir a los
otros, también a través del debate. Y porque
es un camino de hombres, también hubo
momentos de desolación, de tensión y de
tentación, de las cuales se podría mencionar
alguna posibilidad:
-
La tentación del endurecimiento
hostil, esto es, el querer cerrarse
dentro de lo escrito (la letra) y no
dejarse sorprender por Dios, por el Dios
de las sorpresas (el espíritu); dentro
de la ley, dentro de la certeza de lo
que conocemos y no de lo que debemos
todavía aprender y alcanzar. Es la
tentación de los celantes, de los
escrupulosos, de los apresurados, de los
así llamados "tradicionalistas" y
también de los intelectualistas.
-
La tentación del “buenismo”
destructivo, que a nombre de una
misericordia engañosa venda las heridas
sin primero curarlas y medicarlas; que
trata los síntomas y no las causas y las
raíces. Es la tentación de los
"buenistas", de los temerosos y también
de los así llamados “progresistas y
liberalistas”.
-
La tentación de transformar la
piedra en pan para romper el largo
ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4)
y también de transformar el pan en
piedra, y tirarla contra los pecadores,
los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8,
7), de transformarla en “fardos
insoportables” (Lc 10, 27).
-
La tentación de descender de la
cruz, para contentar a la gente, y no
permanecer, para cumplir la voluntad del
Padre; de ceder al espíritu mundano en
vez de purificarlo e inclinarlo al
Espíritu de Dios.
-
La Tentación de descuidar el
“depositum fidei”, considerándose no
custodios, sino propietarios y patrones,
o por otra parte, la tentación de
descuidar la realidad utilizando una
lengua minuciosa y un lenguaje pomposo
para decir tantas cosas y no decir nada.
Queridos hermanos y hermanas, las
tentaciones no nos deben ni asustar ni
desconcertar, ni mucho menos desanimar,
porque ningún discípulo es más grande que su
maestro; por lo tanto si Jesús fue
tentado –y además llamado Belcebú (Cf. Mt
12, 24)– sus discípulos no deben esperarse
un tratamiento mejor.
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