Que
nadie se engañe. Si entre ustedes alguno pasa por sabio,
según los criterios de este mundo, hágase el que no
sabe, y llegará a ser verdadero sabio. Pues la sabiduria
de este mundo es necedad ante Dios. Al respecto dice la
Escritura; Dios atrapa a los
sabios en su propia sabiduría. También dice: El
Señor conoce las razones de los sabios, y sabe que no
valen nada.
Por
esto, que nadie se haga el admirador de unos hombres, ya
que todo es de ustedes. Pablo, Apolo, Kefas, el mundo,
la vida, la muerte, lo presente y lo futuro. Todo lo que
existe es de ustedes, y ustedes son de Cristo y Cristo
es de Dios.
Que
todos, pues vean en nosotros los servidores de Cristo y
los encargados de las obras misteriosas de Dios. Siendo
encargados, se les pedirá que hayan sido fieles.
Pero a mí poco me importa si me juzgan ustedes o
cualquier tribunal humano. Ni siquiera me juzgo a mí
mismo; a pesar de que mi conciencia de nada me reprocha,
no por eso me creo sin reproches:
El Señor es quien me
juzga.
Por
lo tanto no juzguen antes de tiempo, hasta que venga el
Señor. Él sacará a la luz todo lo que se disimuló en las
tinieblas y pondrá a las claras las intenciones
secretas. Entonces cada uno recibirá de
Dios la alabanza
que le corresponde.
Hermanos,
ustedes me obligaron a aplicar estas verdades a Apolo y
a mí. Con este ejemplo aprendan a no creerse superiores
por apoyar al uno contra el otro. Pues..¿En qué te
diferencias de los demás? ¿Qué tienes que no hayas
recibido? Y si lo recibiste, por qué te sientes
orgulloso como si no lo hubieras recibido?
(1Cor. 3,
18-23).