Hermanos que no sean
muchos los maestros entre ustedes; sepan que los
maestros seremos juzgados con más severidad, y
no olviden, como todos, cometemos errores.
Si alguien no peca con su lengua, es un hombre perfecto,
capaz de dominar toda su persona. A los caballos les
ponemos un freno en el hocico para dominarlos: Con el
freno sometemos todo su cuerpo. Lo mismo los barcos: por
grandes que sean y estén impulsados por fuertes vientos,
el piloto los maneja con un pequeño timón. Del mismo
modo, la lengua es algo pequeño, pero que puede mucho.
Basta una llama pequeña para
incendiar un bosque inmenso. La lengua también es un
fuego. Es un mundo de maldad nuestra lengua; mancha a
toda la persona y comunica el fuego del infierno a toda
nuestra vida.
Animales salvajes
y pájaros,
reptiles y animales marinos de toda clase son y han sido
dominados por el hombre.
La lengua por el contrario,nadie puede dominarla: Es un látigo incansable, lleno de
mortal veneno.Con ella bendecimos a Dios Padre, y con
ella maldecimos a los hombres hechos a imagen de Dios.
De la misma boca salen la bendición y la maldición.
Hermanos, no puede ser así.
¿Puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua
amarga?
¿Puede una higuera producir aceitunas o la vid higos?
Tampoco el mar puede dar agua dulce.
(Santiago 3. 1-12).