¿No han aprendido nada en el
estadio? Muchos corren, pero uno solo gana el
premio. Corran, pues de manera que lo consigan,
como los atletas que se imponen un régimen muy
estricto. Solamente que ellos lo hacen por una
corona de laureles que se marchita, mientras que
nosotros, por una
corona que no se marchita.
Así, pues, corro yo, sabiendo a
donde voy. Doy golpes, pero no en el vacío.
Castigo mi cuerpo y lo someto, no sea que,
después de predicar a los otros, venga a ser
eliminado. (1Cor. 9, 24-27).